01.12.2020

APOLOGÍA DE LAS RESIDENCIAS

Conocida es la tendencia de las redes y los medios informativos a destacar “los sucesos” o malas prácticas; y si, de vez en cuando, nos encuentran de buenas, a convertirlas en de heroicidades.

Últimamente se ha hablado demasiado despectivamente de las residencias de personas mayores. No entraré ahora en las muchas causas que han provocado en ellas tanta muerte por COVID-19. Está claro que son personas mayores, que ingresan con la salud más deteriorada y con altos grados de dependencia; como también es cierto que el sector, muy variado, sufre la arbitrariedad en la gestión según territorios, equipos directivos, o la relación con la atención asistencial de primaria, etc. Los residentes, sus profesionales y familiares se han visto desbordados por la realidad, las normativas, el pasar de ser servicios sociales a ser sanitarios; de ser centros abiertos a estar cerrados y bajo control y sospecha continúa; de ser lugares de vida a acontecer casi hospitales.

A pesar de todo esto, no sé de ningún hospital que, para reducir el riesgo de contagio, se haya confinado con sus enfermos, como sí lo han hecho muchos profesionales de las residencias, sacrificando vidas privadas y compromisos familiares. Sufrieron miedo, carencia de EPIs, tristeza por no poder despedirse de las personas que murieron en los hospitales; ni acompañar a los familiares que tampoco se pudieron despedir de los suyos. Y como la cosa se alarga, están procurando cada día no con solo que no enferme nadie, sino que no se deteriore la alegría del vivir cotidiano. Y es difícil, cuando la muerte está tan presente y a la vez tan ausente, en general, en un entorno emocionalmente muy difícil.

 

DEPENDENCIA Y CALIDAD DE VIDA

Cuando las personas mayores entran en una residencia es probable que el nivel de dependencia vaya aumentando con los años, pero lo que hay que asegurar es su calidad de vida hasta el final. No se trata de sanitaritzar la vida (sí hay que mejorar la presencia de la atención primaria en ellas), ni pretender un inalcanzable riesgo cero, sino de hacer posible que merezca la pena vivir y vivir bien hasta el final.

En las relaciones el núcleo capital es el cuidado, había que poner imaginación para suplir el tacto y las visitas. Y lo han hecho. Se han esforzado técnicamente para que los residentes se comunicaran con las familias. Perseverando en la atención centrada en las personas, muchos profesionales de las residencias se han convertido en aprendices de peluqueros, de podólogos y de lo que hiciera falta para que las personas pudieran continuar su vida como les gusta, para que sean lugar de vida digna y joiosa. No es solo cuestión de esperar que pase.

 

EL ROL DE LAS RESIDENCIAS PARA PERSONAS MAYORES

Entre las lecciones aprendidas, hemos constatado el rol social de las residencias. Ahora, cuando toca recibir a las nuevas personas mayores que tienen que entrar en una residencia, hay que ganarse la confianza de que son entornos acogedores, razonablemente seguros, y que son lugar de vida buena, no solo saludable. Así mismo hay que insistir en que las personas mayores son mucha, muy diversa que vive de diferente manera su vejez y su soledad. Por eso tenemos que continuar con la atención centrada a las personas. porque permite personalizar esquivando edadismo, infantilismo, homogeneización.

Las residencias tienen que adaptarse cada día a las posibilidades de las personas compatibilizándolas con las medidas de protección (mascarilla, distancia social, lavado de manso, etc.). Y las personas mayores que son competentes quieren decidir, ellos y no otras por ellos, el nivel de riesgo al que se quieren exponer. La muerte en soledad o la soledad impuesta para no morir se declinan en primera persona y del singular.

Dos cosas no pueden volver a pasar a las residencias: la carencia de equipos de protección y su conversión en hospitales, con aislamiento total en el final de vida y con nula vida social abdicando de hacerla compatible con medidas de seguridad. El conjunto de personas atendidas, cuidadores y familiares es complejo de gestionar. Es importante que la persona y sus familias participen en el nivel de riesgo que están dispuestos a asumir. En esto el adelanto de sus voluntades (PDA o DVA) son de mucha ayuda. Por eso habrá que repensar las residencias, directrices, espacios y la organización para aislar, unir y reunir cuando haga falta.

Cuando la vida se va acortando y queda poca, sí va de días, semanas y meses; y lo que más valoramos es la buena compañía. Cuando los familiares no podían estar, allí estaban los profesionales de las residencias. Estos merecen reconocimiento. El aplauso hoy es para los profesionales que han cargado con el miedo de contagiar y de contagiarse y, a pesar de todo, se han resistido a convertir la vida en las residencias en una triste fortaleza.

Habrá que pensarlas más flexibles, más dotadas para que la vida continúe encontrando su camino. Cada vez somos más la gente que las necesitaremos. Quién quiera o tenga que ir a una residencia tiene que saber que allí será su casa y segura, pero no es un hospital ni una prisión. Queridas y queridos profesionales de las residencias, gracias por, a pesar de todo, continuar con la cura cotidiana de las vidas frágiles, gracias por ser y estar allí.

 

Begoña Román, doctora en filosofía, presidenta del Comité de Ética de Servicios Sociales de Cataluña y miembro del Comité de Innovación de FIATC Residencias.

 

 

 

«Los residentes, sus profesionales y familiares se han visto desbordados por la realidad, las normativas, el pasar de ser servicios sociales a ser sanitarios; de ser centros abiertos a estar cerrados y bajo control y sospecha continúa; de ser lugares de vida a acontecer casi hospitales.»

 

 

 

 

 

 

 

«No se trata de sanitaritzar la vida (sí hay que mejorar la presencia de la atención primaria en ellas), ni pretender un inalcanzable riesgo cero, sino de hacer posible que merezca la pena vivir y vivir bien hasta el final.»

 

 

 

 

 

 

 

«Había que poner imaginación para suplir el tacto y las visitas.»

 

 

 

 

 

 

 

«Las personas mayores son mucha, muy diversa que vive de diferente manera su vejez y su soledad.»

 

 

 

 

 

 

 

«Cuando la vida se va acortando y queda poca, sí va de días, semanas y meses; y lo que más valoramos es la buena compañía.»