La Organización Mundial de la Salud (OMS) define salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” Esta definición forma parte de la Constitución de la OMS, promulgada en la Conferencia Sanitaria Internacional en Nueva York en el mes de junio de 1946.
Cincuenta años más tarde, en 1996, la OMS define la calidad de vida como “la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes”
Sentirse bien, estar bien
Partiendo de estas dos definiciones, salta a la vista que el bienestar implica una integración de lo biológico, lo psicológico y lo social. La inclusión de las esferas biológica (física), psicológica (mental) y social como cimientos de salud y bienestar nos obliga a reflexionar sobre nuestras creencias y prácticas.
Si bien la especialización del conocimiento relacionado con el bienestar ha permitido avanzar en las áreas específicas de cada profesión, algunas veces esta compartimentalización del conocimiento entorpece la integración de disciplinas que trabajan con el mismo objetivo: fomentar y mejorar la salud y bienestar de las personas.
Bienestar integral en adultos mayores
En el caso de la atención a las personas mayores, los cambios asociados con la edad rara vez se limitan a una sola esfera. Las personas mayores atraviesan cambios biológicos pues nuestros cuerpos cambian y nuestros hábitos y herencias genéticas se ponen de relieve. Órganos como el corazón, las arterias y venas, los riñones y el cerebro cambian, se degeneran, y pierden la capacidad de responder al estrés celular, dando paso a la aparición de enfermedades crónicas como la hipertensión arterial, cardiopatías, diabetes mellitus, insuficiencia renal o trastornos neurocognitivos como la Enfermedad de Alzheimer.
A su vez, las limitaciones funcionales derivadas de estos diagnósticos tan prevalentes entre personas mayores de 65 años condicionan cambios en nuestra capacidad de percibir, comprender e interactuar con el mundo que nos rodea. Nuestras funciones cognitivas se ven afectadas en menor o mayor grado.
Desde el punto de vista social, es evidente que nuestras rutinas cambian por diferentes motivos, pero principalmente debido al cese de la vida laboral y a los cambios en las dinámicas familiares. En el caso de las personas con limitaciones funcionales y enfermedades crónicas, la esfera social cambia pues necesitan de nuevos recursos para desplazarse, frecuentar amistades y cumplir con los intereses compartidos con personas afines.
Atención Centrada en la Persona (ACP)
Queda claro que una aproximación biológica es insuficiente para atender de manera óptima a las personas de la tercera edad. Es por esto por lo que, en un intento por dar respuesta a esta necesidad de un enfoque integral, surge el concepto de Atención Centrada en la Persona (ACP). Inicialmente enfocado en la práctica psicoterapéutica y paulatinamente adoptado por diferentes entornos asistenciales, la ACP ha sido definida como un modelo de atención en el que la persona atendida es el eje sobre el cual giran las prácticas, procesos y planes.
Dawn Brooker, psicóloga especializada en demencias, concibe la ACP como un modelo en el cual “el respeto y valoración del individuo como miembro de pleno derecho de la sociedad” son centrales. Para ejecutar la ACP en la práctica, Brooker recomienda el diseño de “un plan de atención individualizado, en sintonía con las necesidades cambiantes de las personas, con nuevos elementos de compensación y reafirmación a medida que las discapacidades cognitivas aumentan”.
Al centrarse en las creencias y valores de las personas, así como en sus derechos y capacidades, la ACP es un facilitador del objetivo de fomentar y mantener la salud desde la definición bio-psico-social de la OMS. Desde las ciencias de la salud y desde el sector de la atención a personas mayores y/o vulnerables, el modelo ACP es una respuesta viable para las exigencias que la definición de salud por parte de la OMS implican.
Aplicación del modelo asistencial basado en la ACP
La ACP es el enfoque utilizado en todas las residencias del grupo FIATC Residencias, respondiendo a las necesidades físicas, mentales y sociales de sus usuarios. En términos del día a día, el uso de la ACP parte del respeto por la individualidad y las diferencias entre personas, así como en la capacitación, entendiendo la premisa de Saleebey (2006) de que “las personas no solo tienen problemas por resolver sino fortalezas a reforzar”. Asimismo, damos protagonismo a la biografía de la persona, integrando el pasado-presente-futuro como el hilo conductor individual e íntimo de cada residente.
Desde la atención médica, hay varias estrategias de efectividad comprobada que pueden incorporarse en la práctica del día a día:
Aunque es un enfoque prevalente en el ámbito de la geriatría y gerontología, la ACP no es para nada exclusiva de estas áreas. Actualmente se están llevando a cabo iniciativas que incluyen no solo a profesionales de la salud, sino a la sociedad en general. Como ejemplo de una iniciativa local, Desde la Agencia de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya (AQuAS) se fomentan las prácticas centradas en la persona con énfasis en las decisiones compartidas en materia de anticoncepción, atención al final de la vida, esclerosis múltiple, diabetes mellitus tipo II, artrosis, enfermedad renal crónica, entre muchos otros ámbitos.
Desde FIATC Residencias promovemos activamente el modelo ACP pues observamos diariamente sus beneficios sobre la salud de nuestros residentes y profesionales. Poner a las personas en el centro de todas las acciones y decisiones nos permite crear ambientes más amables, implementar procesos más eficientes y promover la humanización en la salud y el cuidado.
Ana Patricia Sampayo, doctora en Blau Almeda